La profesional

Socorro Castellanos brilló como una extraordinaria comunicadora dominicana, verdadera pionera en la televisión y la radio nacional. Nacida en la ciudad de Santiago de los Caballeros, rompió barreras al convertirse en una de las primeras mujeres en dirigir y producir programas televisivos en una industria tradicionalmente dominada por hombres. Su impresionante trayectoria, que abarcó más de cinco décadas, dejó una huella indeleble en la comunicación y la cultura dominicana.

Su carrera resplandeciente incluye el icónico programa «Buenas tardes a la orden», transmitido desde 1966, así como su memorable participación en espacios emblemáticos como «Punto Final»«El Show del Mediodía» y «Revista Eva». Castellanos cautivó al público con su elegancia innata, profesionalismo inquebrantable y firme compromiso con la excelencia en los contenidos. Su talento versátil la llevó también a destacarse en la radio y la prensa escrita, donde colaboró con prestigiosos medios como El Nacional y Hoy, demostrando su dominio de diversos formatos comunicativos.

A lo largo de su extraordinaria carrera, fue merecedora de innumerables reconocimientos, incluyendo emotivos homenajes de la Alcaldía de Santiago y el Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel). Su valioso legado permanece vivo no solo en la televisión dominicana, sino también en los corazones y las mentes de las generaciones de comunicadores que inspiró con su ejemplo. Esa es la Socorro de los medios, una carrera deslumbrante, colmada de reconocimientos, logros extraordinarios y éxitos memorables que transformaron el panorama comunicativo del país.

Socorro, Magda, Willy, Johanna, Jimmy y Titi (Cesar Fernández)

Como homenaje a tu memoria querida Coco, hoy quiero escribir estas líneas para que permanezcan en los escritos al igual que permanecerán en mi corazón y en mi alma. Eres y serás siempre parte fundamental de los recuerdos más preciados de mi vida, una presencia constante que me ha guiado y enseñado el valor de la familia, la profesionalidad y el amor incondicional.

Lo primero que me llega a la memoria es en las tardes ir al majestuoso estudio de Radio Televisión Dominicana, el canal 4. Solo el estar en el estudio era una experiencia impresionante para un niño en esa época: un escenario increíble, graderías parecidas a las de un teatro, gigantes cámaras de televisión, luces deslumbrantes, micrófonos suspendidos, tramoyas en constante movimiento, en fin, todo un estudio al nivel de Hollywood. Solo ver esto eran ya anécdotas para presumir en el colegio cualquier día. La emoción de atravesar esos pasillos, sentir el nerviosismo previo a cada programa y observar cómo se transformaba todo al encenderse las luces era algo mágico que quedó grabado en mi memoria para siempre.

Detrás del escenario estaban los camerinos de las estrellas: Socorro, Magda y Jocelyn, mujeres bellas, elegantes y muy finas, ellas eran mi madre y mis tías. Imagínense, no me daba por nadie, yo un niño en medio del espectáculo, pero siempre acompañado de Jimmy mi pana full, Johanna quien nos monitoreaba y Willy que de vez en cuando se daba la vuelta. Una figura que nunca olvidaré es a Federico (chofer, cobrador, asistente, mensajero, etc, etc). Fede, como le decíamos, era una persona maravillosa. Además de las asignaciones que Socorro le ponía, él también nos compraba pizza a los muchachos, nos contaba historias fascinantes de las celebridades que visitaban el canal y nos cuidaba como si fuéramos sus propios hijos.

Los recuerdos de «Buenas Tardes a la Orden» son indelebles, desde hacer tareas en el estudio hasta tener la oportunidad de conocer a Chespirito y todo el elenco del Chavo del 8, tomarnos fotos con las niñas actrices de la época hasta conocer a Chayanne y Ricky Martin del antiguo grupo Menudo. Recuerdo claramente cómo tía Coco nos presentaba a estas estrellas con tanto orgullo como si fuéramos parte importante del programa. nos enseñaban los secretos detrás de cámaras, cómo funcionaban los equipos de sonido, y en ocasiones, nos permitía sentarnos junto a ella durante los ensayos. Todas estas actividades por supuesto con la complicidad de tía Coco, quien compartía con alegría y sonrisas permanentes llenas de satisfacción, siempre preocupada por que tuviéramos la mejor experiencia posible.

Inolvidables viajes a la playa todos juntos, una gran familia, parecíamos una tribu. Las madres con su glamour y su estilo y los carajitos en alboroto permanente. En aquellas playas de arenas doradas, bajo el sol caribeño, Socorro organizaba los juegos, las comidas y se aseguraba de que todos disfrutáramos al máximo. Su capacidad para transformar cualquier momento ordinario en una celebración era extraordinaria. La primera vez que me monté en un carro deportivo fue en el de tía Coco, era impresionante, parecía de película, solo tenía dos asientos. Por supuesto, Socorro intrépida al volante y mami la copiloto sagaz y coqueta. Recuerdo la adrenalina que sentía cuando tía Coco aceleraba en las carreteras costeras, con el viento despeinándonos y esa libertad que solo ella sabía transmitir.

Los fines de semana en la casa de Arroyo Hondo eran momentos mágicos: literalmente tiguereando en el barrio y haciendo y deshaciendo en el club. Aquella casa era nuestro refugio, un espacio donde la creatividad y la diversión no tenían límites. Socorro siempre encontraba la manera de sorprendernos con alguna actividad nueva, ya fuera organizando pequeñas obras de teatro donde todos participábamos, o improvisando concursos de talentos donde ella era la jueza principal, siempre generosa con sus aplausos y elogios. 24 y 31 de diciembre en familia, feriados de semana santa, viajes por el interior y todo lo que las familias hacían. Mis hermanos y cómplices eran Jimmy, Johanna y Willy, de vez en cuando se integraban Tancredo (Tancre) y sus hermanas.

No puedo dejar fuera a una tía amada por mí que se sumaba al coro muchas veces, tía Piky Lora, una mujer extraordinaria y a quien le doy hoy las gracias que me enseñó a manejar apenas con 13 años de edad. Recuerdo cómo temblaba de emoción y nervios cuando tía Piky me puso al volante por primera vez, mientras tía Coco nos observaba entre risas y palabras de ánimo desde el asiento trasero, confiando plenamente en que su hermana me enseñaría bien. Como ven, estos tiempos de oro son los que siempre recordaré de mi vida con Socorro y los Pumarol Castellanos.

La vida continuó y cada uno de los mozalbetes tomó sus rumbos. Estudiamos, nos hicimos profesionales y avanzamos. Socorro y Magda nunca se separaron a pesar de la distancia. Coco siempre estuvo pendiente de Titi (yo), su amor incondicional, su seguimiento a mi carrera siempre lo agradeceré. Aún en la distancia física, tía Coco encontraba la manera de estar presente en los momentos importantes: una llamada telefónica antes de un examen importante, un mensaje de felicitación por cada logro académico, o simplemente para preguntar cómo estaba. Su interés genuino y su capacidad para recordar cada detalle de mi vida me hacían sentir especial y profundamente querido.

Recuerdo cuando ella me enseñaba a hablar en público, imagínense qué profesoras tuve: Coco y Mami. Sus lecciones iban más allá de la técnica; me enseñaron a comunicar con el corazón, a conectar con la audiencia y a transmitir autenticidad en cada palabra. Ya siendo Ingeniero me invitó a su espacio con «Los Cinco Sentidos», y me introdujo en la entrevista como el Ing. César Fernández, de manera jocosa diciendo «no te puedo decir Titi en el aire», recuerdo aún su sonrisa al decirlo. Imagínense ustedes, yo ser entrevistado por una figura de esa dimensión, era prácticamente sentirme en aquel escenario de «Buenas Tardes a la Orden» donde vi grandes luminarias. Su orgullo por mis logros profesionales se reflejaba en sus ojos brillantes y en la manera en que me presentaba a sus colegas y amigos.

La vida me mantuvo profesionalmente cerca de ella ya que por sus vínculos con el Dr. Leonel Fernández y el PLD obtuvo funciones en los gobiernos donde también nosotros participamos. Durante esos años, tuve el privilegio de ver otra faceta de tía Coco: la funcionaria pública comprometida, la estratega política sagaz, la mujer que utilizaba su influencia para generar cambios positivos en la sociedad dominicana. Siempre compartimos ideas, planes y proyectos en beneficio del país. Su visión de una República Dominicana más justa, más educada y más próspera era contagiosa, y me inspiraba a dar lo mejor de mí en mi propio trabajo público.

Finalmente tuve la oportunidad de compartir con ella en La Habana, Cuba, donde la visité junto a mi hermano Rubén Maldonado y mi amigo Juan Carlos Quiñones en temas de trabajo de la Cámara de Diputados. En ese viaje, en pocos días, nos atendió como reyes, con cariño, afecto y sobre todo con esa alegría que le caracterizó. Recuerdo como ahora mismo cómo estando en el restaurante donde almorzó Barack Obama nos contó con lujo de detalles sobre la visita del primer mandatario de los Estados Unidos de América a la emblemática isla de Cuba. Sus anécdotas eran fascinantes, no solo por los hechos que relataba sino por la pasión con que los contaba, transformando cada historia en una experiencia vivida. Aquellos días en La Habana se convirtieron en un tesoro de recuerdos, viendo a tía Coco en su elemento: brillante, elocuente, querida por todos y disfrutando plenamente de la vida.

Ayer, al despedirte, como un flash por mis ojos pasaron los mejores momentos junto a ti. Reviví las risas compartidas, los consejos sabios, las miradas cómplices y esa capacidad única que tenías para hacernos sentir importantes y amados. Gracias, tía Coco, por tanto cariño, no solo a mí sino a todos aquellos que en lo profesional, familiar, cultural y todo lo que te rodeó, tocaste con tu luz. Gracias por tu amor a mami, gracias por ser esa amiga sincera y valiente, gracias a Dios por tu vida y por permitirnos disfrutar de tu presencia durante tantos años maravillosos.

Tu legado no se limita a tu brillante carrera profesional, sino que vive en cada uno de nosotros que tuvimos el privilegio de conocerte y amarte. Nos enseñaste el valor de la autenticidad, la importancia de la familia y el poder transformador de una sonrisa sincera. Aunque físicamente ya no estés con nosotros, tu espíritu permanece, guiándonos con tu ejemplo de vida plena y generosa.

Siempre en mi corazón, mi adorada Coco. Tu recuerdo vivirá eternamente en cada risa, en cada momento de valentía y en cada acto de amor que realice, porque una parte de ti sigue viva en mí y en todos los que tuvimos la bendición de compartir tu camino.

Coco Eterna.