Cuando Estados Unidos se vio en la necesidad de enfrentar las demandas de una población desempleada en la posguerra, al tomar posesión en 1953, el presidente Eisenhower entendió que el desarrollo de su nación no sería posible sin un vasto plan de desarrollo de infraestructura.

Así nació el plan más ambicioso de la historia, que llevó a la construcción del sistema de autopistas interestatales que hoy hacen posible el transporte en los Estados Unidos. 52 años después, y en situaciones diferentes, se repite la historia: ante la crisis hipotecaria del 2008, el presidente Barack Obama plantea la inversión de US$50,000 MM en carreteras y vías férreas, con el propósito de crear 2.5 millones de empleos. Además, para este 2015, Obama plantea una reforma fiscal para recaudar US$223,000 millones, cuyo fin será invertirlo en infraestructura en un plan a seis años.

La inversión en infraestructura aporta al capital fijo no financiero en la economía nacional

¿Por qué esto es relevante?
Ambos ejemplos, tomados de un país desarrollado, con líderes de partidos opuestos y tradición antagónica, coinciden en un aspecto común: el desarrollo de la infraestructura constituye el motor que impulsa al resto de la economía.

El conjunto de infraestructuras compone una parte fundamental de los bienes públicos de una nación, y es preciso anotar que las entidades privadas no están en capacidad de suministrar la cantidad de dichos bienes que demanda la sociedad, debido, principalmente, a que los mismos no tienen un retorno de inversión directa y a corto plazo. Corresponde al Estado la tarea de suplir esta demanda con resultados a largo plazo, y proporcionando los beneficios indirectos que pueda proveer en el corto plazo.

El primer y más notable beneficio de la inversión en infraestructura es el impacto económico visualizado en la creación de empleos directos e indirectos, y a su vez, el estímulo que esto produce en el mercado.

La contratación de mano de obra masiva en sectores técnicos y de baja calificación tiene un impacto directo en el comercio formal e informal, estimulando la demanda y favoreciendo la actividad productiva.

Reducción de pobreza
La reducción de la pobreza es otro beneficio básico, siempre y cuando esta se haga con los criterios de idoneidad específicos. El bienestar humano y la calidad de vida están estrechamente relacionados con la capacidad que tenga la sociedad de suplir los servicios básicos necesarios para desarrollarse de manera aceptable, y está limitado por la eficacia en los servicios de transporte, salud, acceso al agua potable, disposición de aguas residuales, aguas para irrigación, acceso a las telecomunicaciones, suministro de energía eléctrica, etc.

Por otro lado, invertir en infraestructura es invertir en capital fijo no financiero, que tiende a acrecentar los activos tangibles e intangibles de la sociedad.

El acceso a mejores vías de comunicación como las carreteras y puentes, permite mayor movilización de productos, bienes y servicios en menor tiempo y con mayor rendimiento, multiplicando la acumulación de capital por parte de los ciudadanos, y por consiguiente, de su calidad de vida.

En nuestra nación, cuya población se ha triplicado en 50 años, hemos visto un notable incremento de la inversión en los sectores de vías de comunicación, aeroportuarios, salud y educación, entre otros.

Desde 1970 a la fecha, la participación del sector construcción ha aumentado considerablemente, pasando de un 3% del PIB a un notable 5% en la actualidad. Sin embargo, a pesar de que este crecimiento ha impulsado la economía, aun queda cumplir el propósito de ser autosuficiente con respecto a las necesidades de la población.

El desarrollo de nuestra infraestructura ha sido “arrastrado” por la demanda, muchas veces atendiendo a criterios prácticos y cortoplacistas en lugar de seguir un plan a mediano y largo plazo.

Como toda nación en vías de desarrollo, nosotros necesitamos un programa de crecimiento hacia el mediano y largo plazo, basado en una exhaustiva planificación que estimule la inversión integral, que incluya las infraestructuras básicas para satisfacer necesidades sociales individuales, (hospitales, escuelas, centros comunitarios, instalaciones deportivas), sin obviar aquellas que darán soporte al aparato productivo y comercial (carreteras, puertos, aeropuertos, etc.), los cuales unidos a las necesarias estructuras de apoyo a largo plazo (agua, alcantarillado, presas), mantendrán la viabilidad del modelo económico vigente.

Ante las dudas, cabe preguntarse ¿puede sobrevivir el modelo económico basado en el turismo y los servicios sin disponer de los medios efectivos para esto?

Al día de hoy, las regiones dominicanas de mayor desarrollo económico y social son aquellas donde existe una red vial que permite la interconexión entre las distintas poblaciones, lo cual también facilita e incentiva el comercio. Un ejemplo es el Cibao Central, donde no existe una comunidad aislada, y donde además existe acceso casi universal a los recursos hídricos y de comunicaciones.

Otras regiones, con marcada vocación agrícola, no han podido sentar las bases para hacer sostenible su propio desarrollo.

Estimular el desarrollo

¿Cómo podemos estimular el desarrollo económico de comunidades apartadas que no logran avanzar sustancialmente con sus propios medios? No existe respuesta simple, la solución varía en función del litoral ideológico de quien responda. Sin embargo, algo que toda teoría planteará es que proveerles los medios de transporte rápidos y eficientes, hospitales generales autosostenibles, represas, zonas de producción de energía, etc., no solo creará empleos a corto plazo, sino que proveerá oportunidades en el mediano plazo y las vías para un autosustento en el largo plazo.

Definitivamente la inversión en infraestructuras tiene un valor determinante en el impulso de la economía de un país y en el sendero que este trace en sus objetivos a futuro.

La tarea es compleja, ya que debido el crecimiento de la deuda, en nuestros países se reduce cada vez más la cantidad a invertir en los presupuestos de infraestructuras, lo que representa un desafío para planificar infraestructuras eficientes, socialmente convenientes, económicamente asequibles, amigables al medio ambiente y sobre todo, sostenibles en el tiempo. Es parte de nuestro reto hacer la ingeniería financiera para lograr este objetivo. Está en nosotros enfrentar los nuevos destinos con sabiduría para seguir construyendo la República Dominicana que deseamos.

Artículo originalmente publicado en el Listín Diario